miércoles, 24 de abril de 2013

La cocina con sangre entra

Ayer por primera vez me decidí a ver Masterchef, el talent show de la primera que refleja o pretende reflejar el mundo de la cocina.

Lo que más me sorprendió es la sensación de agobio constante que trasmite cada uno de los concursantes que se disputan un premio más que suculento.




 Está claro que aspectos como la competitividad, los malos rollos, la presión, las lágrimas son palabras que se llevan muy bien con una fiel audiencia, pero también es verdad que al menos yo echo de menos otros muchos aspectos que creo que trasmite la cocina y que Masterchef vende muy caro.

La creatividad, el riesgo, la pasión, el contraste, la innovación, son partes fundamentales de la cocina y la verdad es que no vi ninguno de ellos, seguramente quedaron anulados al centrarse solamente en mantener en tensión a los concursantes y en escuchar unas 100 veces lo de "Si Chef" a los comentarios del jurado. Un jurado que por cierto, hace unas valoraciones tan comprimidas que poco o nada aporta para que los concursantes puedan mejorar.



Algo que me resulta muy curioso en el jurado es la poca empatía que demuestran con cada uno de ellos, de una forma completamente hierática y exenta por completo de naturalidad expulsan unas valoraciones que siendo cocineros profesionales, no distan mucho de las que podríamos hacer cualquiera de nosotros.
Además siendo puntillosa, la forma de comer de Pepe Rodríguez resulta rarísisma como poco.










En otro apartado si a la comida hay que ponerle amor y cariño no se yo el resultado de los platos preparados por unos participantes que como leía ayer en twitter, en el único momento que no lloran es cuando cortan cebolla.

Habrá que esperar para ver más de este concurso pero todo apunta a que en vez de ragalarles los electrodomésticos y la compra de año, les deberían dar bonos para recuperarse de la depresión en psicólogo.

Texto; Ana Isabel Núñez Collantes

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